miércoles, 3 de diciembre de 2008

La caverna (Ángel)

2 comentarios:

tregua de agua dijo...

LA CAVERNA


Hacía 2 horas que habíamos llegado a la casa rural. El pueblo junto al macizo cantabro tenia un aspecto espléndido. Después de deshacer las maletas y colocar la ropa en los armarios, nos internamos por el núcleo urbano para hacer una exploración más intensa. El día estaba claro y hacía una temperatura muy agradable.

En el centro del pueblo, como en casi todos los sitios, estaba la plaza. Era cuadrada con un templete coqueto en el centro. Allí se encontraba el Ayuntamiento que formaba la fachada principal de la plaza. En los otros lados se encontraban las casas de más abolengo y bajo los soportales algún que otro comercio, un café y un bar. Por detrás del ayuntamiento se vislumbraba la iglesia. Estaba situada en una plazoleta de forma irregular con jardines. El templo, era antiguo y con deficiente conservación. De estilo románico, muy cerrado y con contrafuertes. Los relieves de la entrada se encontraban desgastados por el tiempo. La torre no era excesivamente alta, pero superaba a todos los edificios de su entorno.

Tomamos una calle que subía hasta las afueras, cerca del comienzo del macizo montañoso. Las casas que sobrepasábamos no eran homogéneas. Había casas humildes que se combinaban con caserones de estilo colonial con verja a la entrada y un pequeño camino de barro que unía la puerta de la verja con la puerta de la mansión a la que circundaba. Andrés decía que eran de indianos. Emigrantes que fueron a América a hacer dinero y que cuando volvieron las construyeron, compitiendo en la vistosidad de las mismas.

El pueblo daba la impresión de estar casi desierto. Creo que nos cruzamos con una persona en nuestro trayecto. A lo lejos se apreciaban algunos lugareños realizando faenas de recogida del heno.
Atravesamos un riachuelo a través de un puentecillo con un solo ojo, y seguimos con dirección a la pared del macizo. La vegetación era muy apretada de eucaliptos. Yo recogía hojas para olerlas. Me gustaba su olor.

En un determinado momento, Andrés se fijó en una abertura del terreno de pequeñas dimensiones, así como de un metro de diámetro en una circunferencia bastante irregular, y que se metía -según comentaba en voz alta- para el fondo de la tierra. No se apreciaba el final por más que se esforzaba en mirar. No entraba la suficiente luz –decía-, por lo cual reiteradamente le lanzaba vocablos cortos hacia las entrañas, y esperaba la respuesta del eco.

La abertura estaba protegida por un piedra que a semejanza de brocal, evitaba el peligro de caída involuntaria.
Es fácil - le comentaba yo desde la distancia- que sea la entrada de una caverna. Por aquí hay muchas cuevas según he leído. Parece ser que la mayoría están sin explorar, y otras están exploradas pero las han cerrado al no tener algo significativo y espectacular que mostrar. Te distes cuenta que en uno de los edificios de la plaza, había una placa con la inscripción de “Asociación local de espeleología”. Estas gentes deben ser muy aficionados a explorar estas cosas.

Por cierto, ya que estamos por aquí, debemos preguntar si hay alguna cueva que se pueda visitar. Algunas merecen la pena el contemplarlas por dentro.

Andrés seguía pendiente del agujero y lanzaba piedras al interior intentando escuchar el impacto contra el suelo.
Según me iba acercando y mientras seguía recopilando hojas , me comentaba:
- No se oye nada. Debe ser muy profunda.

Hombre como vas a oír el trompazo de esas piedras tan minúsculas que estás lanzando. Coge una, con fundamento. – le dije-.
Mira allí tienes una, ... donde empieza ese pequeño precipicio. No la ves, ... al lado se ve una cuerda...

Andrés se acerco a por ella. Mientras yo inspeccionaba su interior.
Esa si vale. Es suficiente grande para que se oiga el impacto por muy profundo que sea el agujero.

Un momento más tarde llegó con la piedra encima.
-A ver, que va para allá –dijo soltándola hacia el fondo- ... como no suene ahora en la caída...

-¡Cielos!... ¡que fue eso!.

Me ha parecido un perro que venía volando por detrás y se ha metido para el hoyo. - dijo Andrés-
-Eso parece que ha sido, pero no estoy seguro. Pasó todo tan rápido ¿...tu estas seguro que era un perro?
-Yo creo que si, era un perro mediano y de un color claro.

Nos quedamos impactados y sin saber como reaccionar ante el suceso. Mirábamos al agujero y no apreciábamos nada. Mirábamos a nuestro alrededor y todo seguía normal. No había nadie por allí. Una y otra vez nos acercábamos a la puerta del precipicio. No salíamos de nuestro asombro.

Al rato vimos que se nos acercaba un hombre con una horca al hombro y cara de preocupación. Tras mirarnos detenidamente, nos dijo:
-Buenas tardes, ... ¿por casualidad no abran visto un perro?,..¿un perro de un tamaño medio, ... no muy grande y color blanco azulado, con algunas manchas en el hocico?

-Mire Ud. estamos apesadumbrados. - le contesto Andrés- No se lo va a cree pero, cuando mirábamos hacia el interior de la cavidad, por encima de nuestras cabeza ha venido volando uno, ... quizás con esas características que nos indica y se ha metido hacia el interior de la cueva.

-Me están tomando el pelo –indico con tono de pocos amigos-. ¿Como va a llegar el perro volando... si lo tenía atado a una piedra que pesaba por lo menos 20 kilos?.


Ángel

tregua de agua dijo...

Graciosa la anécdota lo único y difícil, claro, es que las descripciones del principio deberían tener que ver o anticipar secretamente el desenlace. Es decir: importa poco dónde esté el ayuntamiento o el templo si nada tiene que ver con la historia final o no dice algo de cómo ven el mundo los protagonistas. Buen año. Jesús