domingo, 30 de noviembre de 2008

Auténtico amor (Begoña)

2 comentarios:

tregua de agua dijo...

AUTÉNTICO AMOR.


Era la niña mejor peinada de su clase, su madre, se esmeraba cada mañana en diseñar el mejor peinado para el día. No era lo mismo un día en el que el deporte ocupaba gran parte de la mañana, a uno en que las matemáticas, el inglés o la lengua española la tuvieran concentrada en su pupitre. Sin miedo a que su hija se despeinara, Amapola le ponía unas simétricas trenzas, una bien apretada cola de caballo, o simplemente una delicada diadema de flores, que ideada por ella misma, convertían a su nena en una auténtica princesa. Amapola se afanaba para que a su niña, no le faltara el más mínimo detalle en su atuendo, para ella eran muy importantes las apariencias y que resplandeciera como ninguna. Esa era su ilusión cada mañana, cuando orgullosa la dejaba depositada como quien lo hace con una preciada joya, en el colegio.
Cada vez que oía a alguna madre o profesora alabar el gusto con el que vestía a su hija, sentía una gran satisfacción.

Todas las mañanas, como cualquier madre trabajadora, se dirigía a su puesto de trabajo, que se encontraba en el otro extremo de la ciudad. Tenía que subirse a dos autobuses después de haberse pasado cuarenta y cinco minutos en el metro, pero merecía la pena. En su lugar de trabajo era una mujer respetada, incluso si un día no iba, por sentirse enferma, o llegaba tarde, no perdía su puesto.
Primero entraba en el café de la esquina y desayunaba copiosamente. -... La jornada hoy, que estamos bajo cero, se presenta especialmente dura... Comentaban el la televisión... Pidió unos huevos fritos y pensó, -nadie hace los huevos fritos como Eulalia.

Después del generoso desayuno, entraba en los almacenes de al lado, subía a la sexta planta y se cambiaba de ropa, de maquillaje, de peinado.
Amapola era muy exigente con su aspecto, no podía permitirse chapuzas como observaba en algunos compañeros de profesión, al fin y al cabo, era el bienestar de su hija lo que cada día estaba en juego.
Se acercaba la Navidad y antes de que su niña estuviera de vacaciones, tenía que ingeniárselas para que por su puesto, los Reyes Magos fueran tan espléndidos como siempre.


Esa mañana, la dirección del colegio tenía prevista una escapada al otro lado de la ciudad, visitarían el Belén instalado en la iglesia de Nuestra Señora de la Luz. Todo estaba dispuesto y los niños subían al autobús alborotados.

Al llegar a las cercanías de la iglesia, el autobús, se detuvo...
Justo en frente, estaba el puesto de trabajo de Amapola.
Atónita, observó a su hija como en cámara lenta, bajando del autobús, acercándose a la acera. Teresa, dirigiéndole una mirada compasiva, le dijo: -Feliz navidad, después se volvió y comentó a su mejor amiga, -esa señora me recuerda a alguien...

Amapola sintió que se moría, no podía respirar, el corazón parecía salirse de su pecho...
Apenas recuperada, se levantó del suelo y como pudo echó a andar...


Llegó a casa exhausta, había recorrido toda la ciudad.
En el barrio, nadie la había saludado, no reconocían a aquella anciana harapienta que caminaba por sus calles. En su estado, no se había dado cuenta que conservaba puesto su uniforme de trabajo, su maquillaje de trabajo...
Eran las seis de la tarde, la puerta se abrió.
-¡Mamá, mamá! hemos ido...
Pero en su casa, no estaba a quien esperaba encontrar, sentada en el viejo sillón, recostada como sobre la acera, la mendiga de la calle, levantó la cabeza para mirarla...
Teresa, estaba perpleja, enmudecida...
Por momentos, todo empezó a encajar. Veía a su madre por primera vez, ya no con los ojos de una niña, si no con los de la mujer en la que se iba a convertir. Y sintió, ese amor ancestral que todo lo puede, que acepta, que perdona, que no necesita palabras...
Al amor auténtico, le sobran las palabras.

tregua de agua dijo...

Jesús Ferrero
Relato interesante pero demasiado confuso en algunos ángulos.
El párrafo que dice “Al llegar a las cercanías de la iglesia…”crea demasiada confusión en el lector. Tiene que haber un punto y aparte que separe algo más los campos visuales de la madre y la hija.
Evitaría la moraleja final.