miércoles, 3 de diciembre de 2008

París (Auxi)

2 comentarios:

tregua de agua dijo...

París, 26 de Abril,

Hay una hermosa luz esta mañana, el traqueteo del tren mece este dolor sin nombre. Podría dormirme si no fuera porque cuando cierro los ojos te veo allí, esperando una respuesta que no puedo darte, que ni tan siquiera yo conozco. Tus manos crispadas bloqueando la puerta, intentando detenerme, y la censura de tu mirada, esa mirada tan tuya…

- Si te vas, no vuelvas

Te mentí, es cierto. O tal vez, no te dije toda la verdad. He estado tan trastornado que no he sabido ni construir una buena coartada, como otras veces, cuando necesitaba escapar de ti.

No te reconozco, me decías, y cuánto más intentaba explicarme, más sentía mi propia confusión. He ido tejiendo una telaraña de verdades a medias que ha acabado por atraparme.

Hace una semana, recuerdas? Me entregaste un aviso de correos para la entrega de un paquete postal. No le dí mayor importancia, y ya casi se me había olvidado hasta que recibí aquella llamada, desde la embajada española en París. Querían saber qué debían hacer con el cuerpo de mi padre, si nos íbamos a hacer cargo de él. Tuve que hacer un gran esfuerzo para articular las palabras que salieron por mi boca. Yo era huérfano. Mi padre ya había muerto.

Cuando yo te conocí y te presenté a mi madre él llevaba ya muchos años muerto para nosotros. Entre los dos, apoyados por las dos familias, logramos hacer desaparecer cualquier vestigio de su recuerdo. Mi madre se instaló en el rencor, yo simplemente en el olvido. Jugaba con ventaja. Era un niño.

- Valiente cabronazo tu padre, decía mi abuelo. Sí, sí, la política, el exilio…y las faldas hijo, que lo volvían loco.

Ahora toda la vida de mi padre descansa en mi regazo, en esta caja de zapatos vieja y sucia. Cuarenta cartas, una cada año, colocadas por fechas, con el matasellos de París, a la dirección de mi madre. Todas devueltas. Las he contemplado noche tras noche. Su caligrafía irregular, desdibujada por el tiempo, me hacía presagiar que su lectura iba a dar un vuelco a mi vida. Todo lo aprendido, todo lo construido hasta ahora, esta frágil estabilidad apuntalada a fuerza de renuncias estaba a punto de quebrarse. Las tomaba en mi mano, las manoseaba, las volvía a dejar sobre el montón, me levantaba, paseaba por la habitación, regresaba al punto de partida…..Sí, volví a beber. Regresaron las broncas, los desencuentros…pero no te equivoques, la soledad que se instaló en casa no era nueva.


Mi padre murió apuñalado, en un frío banco del parque de Luxemburgo recién estrenada la primavera. Un robo probablemente…Encontraron su cartera unos metros más allá de su cuerpo, su carnet de identidad, una fotografía mía de niño y un papel con la dirección y el teléfono de mi madre.


No sé si volveré. Me odiarás, con ese odio profundo que se alimenta del recuerdo de los buenos momentos y la incomprensión por el abandono. Conozco tan bien ese sentimiento… Crecí con él.

No me guardes rencor. No es mi culpa.

Te quiero



Paseó su lengua por los bordes del cierre. Su amargo sabor le hizo torcer la boca en un gesto de desagrado. Le dió la vuelta y lo aplastó con fuerza para poder escribir mejor la dirección. Metió el sobre en un bolsillo de su chaqueta. No quería volver a la tortura de abrir y cerrar la caja de zapatos de nuevo. Había decidido no abrir las cartas hasta no estar lejos de París, fuera de Francia. Paseó su mirada a través del cristal de la ventana, los recuerdos regresaban una y otra vez a su mente y se imponían a la hermosura del
paisaje, preguntándole una y otra vez, a quién había matado entonces su madre, enloquecida y ciega por los celos, aquella fría noche de Enero en el callejón que daba al patio? Él mismo y su tío Anselmo la habían ayudado a enterrar el cuerpo en la bodega. El no pudo mirarle a la cara… el tío Anselmo se había hecho cargo de la maleta, el abrigo, el sombrero… y todo lo demás.


Había una hermosa luz esa mañana. Cerró los ojos, necesitaba dormir. El traqueteo del tren acunaba su dolor sin nombre.

tregua de agua dijo...

Me parece una historia para no dejarla. O para empezar otra con "Mi madre se instaló en el rencor, yo en el olvido", ambas casas pequeñas y compartido un breve patio de luces que se moja con lluvia los otoños. Y seguir con el argumento. A nosotros nos gustaría leerla. Jesús y Fernando. Buen año